miércoles, 18 de abril de 2018

Canto tardío a Zamora

Tarde de Abril. Zamora
se acota y plora aguas mil
y yo estoy viéndola ahora
de perfil,
donde mora
(todavía,
bello hotel)
la bellaca
arpía vil
Doña Urraca
frente al Cid,
mío doncel.

Zamora, la seductora;
Zamora, la bien cercada;
Zamora, la ruiseñora
que me tienta y enamora
hasta el alba despoblada.

Zamora, romances ciertos;
Zamora, aguedicas claudias;
Zamora de Cristos yertos,
de Vírgenes en enaguas
y torreones entreabiertos.

Presa fui de sus congresos,
presa de sus embutidos,
de sus vinos y sus quesos,
ampliamente requeridos
por los turistas espesos.

Las murallas, china a china
entre las piedras ovales,
se enrocan en los bancales…
y en cuanto el aire rechina
por sus fuertes espaldales
se dulcifica y afina
en melodías tonales
de lenta lengua latina.

Adórele a Jehová
en la catedral del Duero
o póstresele al Alá
de Mahoma, su guerrero…
ya nunca me fallará.
Zamora, cristiana y mora,
se queda pero se va,
como se fue Doña Urraca
—¡pájara, pájara urraca!—
como se fue Mío Cid
y como se irá, se irá
este poeta de Abril.


91 8470225
 

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