miércoles, 7 de octubre de 2015

Joaquín Sabina, el hacedor de versos

(Ponencia presentada en el XLI Congreso de la Real Asociación de Cronistas Oficiales (RAECO), celebrado en Jaén del 2 al 4 de octubre de 2015)

“Poeta es un traje que me viene demasiado ancho”, declaró un día en plena gloria sobre los escenarios españoles e iberoamericanos el “hacedor de versos” Joaquín Sabina, cantautor ubetense universal. ¿Suponía esta confesión de parte modestia o presunción inmoderada? Quizás ambas a la vez, virtud y vicio. Vamos a diseccionarlos.
Aunque la Poesía resida habitualmente en el nido prefabricado de la versificación rítmica y sonante, lo cierto y verdadero es que también vuela de cuando en cuando en la prosa, que es otra cosa, al parecer de Machado el  Bueno.  Así que nos quedamos con el poeta fingidor y vamos a encuadrarlo como tal, aquí y ahora.
JUSTIFICACIÓN
¿Por qué escojo el análisis y estudio de la obra poética de un jienense ilustre y coetáneo como tema de mi ponencia en este XLI Congreso Nacional de la RAECO?
Primero, porque Joaquín Sabina lo vale como hacedor de versos  maravillosos que han traspasado los ojos, los oídos, la mente y el corazón de millones de personas del mundo mundial, dándole lustre y esplendor a la tierra de los olivares en que pasó su infancia y juventud. (Úbeda, Jaén, 1949).
Segundo y fundamental también, porque soy poeta y periodista como él, es decir, Cronista de la actualidad en prosa y en verso, tal y como lo fueron asimismo mis colegas antepasados en sus más doradas épocas. Con una salvedad importante: no estoy ni al pago ni al servicio de ningún Rey, Príncipe o Jerifalte de la Corte, donde la adulación contaminó –y sigue contaminando- la verdad. Tampoco me siento deudor agradecido de ningún estamento de gobierno del pueblo –Comunidad Autónoma, Diputación, Ayuntamiento…-, sino ciudadano común, ejecutante democrático de la libertad de expresión. Y lo que escribo, lo cuento precisamente para que los futuros Cronistas de la historia puedan retroalimentarse de lo que a continuación se expone.
¿Os he sorprendido ya, ilustrísimas señorías, con una propuesta inusual ante sus dignas reverencias? Pues déjenme seguir adelante, perfilando la figura musical y poética de esta gloria viva del antiguo Reino de Jaén que se llama Joaquín Sabina. Lo haré con sus luces y sus sombras, pintando un cuadro claroscuro.
SEMBLANZA DE UN LETRISTA CANTANTE
Su vida íntima, económica y social no me interesa nada; más bien me desagrada profundamente, por lo que no me detendré en ella: diversos y polémicos matrimonios, ¿dos mil? mujeres folladas, escarceos políticos excesivos -¿filoetarra?, ¿comunista?, ¿socialista?, ¿podemita?, ¿republicano?-, repetitivas caídas en la drogadicción, ateísmo militante… y otras múltiples desconsideraciones amañadas o simplemente propagandísticas. En fin y a la postre, una vida turbulenta, controvertida, disipada, mentirosa, de mala salud de hierro, siempre al filo de la desvergüenza, la insensatez, la paranoia, la irritabilidad, la desmesura, la locura.
Flirtea y se aparea el autor que ensayamos más con la izquierda ideológica que con la derecha firme y sustantiva, a la que apalea inmisericordemente en cualquier ocasión pública que se le presenta, lo que resulta cuanto menos chocante, dados sus antecedentes familiares: su papá fue comisario de policía con Franco y acabó llevando al hijo pródigo al juzgado por un acto terrorista.
Menos mal que el chico puso pies en polvorosa a tiempo, exiliándose  a Inglaterra con un DNI prestado por un amigo, un tal Mariano Zugasti, que le regaló esplendorosamente el suyo, y con tal nombre falso, y acompañado de la amante Lesley, recaló en Londres, donde vivió siete años como squatter, o sea, okupa. Allí contó con la amistad del embajador Morán, que le salvó de la quema y la indigencia. Empezó a componer, tocar y cantar por calles, metros y cafés, se lió con los emigrantes de las dictaduras latinoamericanas, se autopublicó un libro de memorias que vendió (o regaló) mano a mano, y salió a flote. Ya apuntaba maneras. Maneras de pícaro.
Enterrado el franquismo y nombrado ministro su amigo Morán, el gobierno le concedió el indulto y regresó a España, ya sin Lesley y sin la otra chica con la que se había emparejado a trancas y barrancas, al deshacerse de las dos.
Diseccionar las innumerables composturas del sujeto de marras, nos cuesta un huevo y la mitad del otro; nunca sabremos si atinamos o no a diseñar su enmarañado perfil, porque en su biografía, escrita por otros mandados y pagados  –negros apócrifos- se mezclan la realidad y la leyenda, una leyenda fantasiosa y distorsionada.
Cierto es que en su décimo cuarto cumpleaños su papá le regaló una guitarra en vez de un reloj y, sin embargo, son incontables las horas en que no paró de mamar de sus amigos, porque siempre se creyó el rey del mambo y por el rey del mambo le tomaban los que se le acercaban.
El tío Sabina ahora, hace poco, invita a cenar a Príncipes  (Felipe y Leticia) en su casa, y al tiempo, y con insistencia madrugadora, despotrica de la Monarquía. ¡Qué listo! ¿Cómo se come eso? Él lo sabrá, pero no lo explicará, bon vivant que es y ha sido, siempre al lado del mejor postor, según la conveniencia, pero lo que nunca podrá borrar u ocultar es su enseñanza y educación con las monjas carmelitas primero y con los frailes salesianos después, en el bachillerato jienense. Esas marcas dejan huellas imborrables, a favor o en contra. La contra es aquí más que palmaria. Con los Salesianos leyó a Fray Luis de León, Jorge Manrique, Quevedo, Lope, Neruda, Lorca, César Vallejo, José Hierro y Gil de Biedma. Y ahí se le paró el reloj, por lo que tan asiduamente los repite, imita y controversa.
UN HOMBRE MULTIUSOS
Sabina es clásico, pero rompedor; moderno pero antiguo, y es que en su arte literario confluyen a la vez Bob Dylan, The Rolling Stones, el Rock desgarrado del Sur de California  y los lamentos melífluos de los tangos, boleros y baladas de los compositores latinoamericanos, ensartados entre las rancheras y los ecos de Atahualpa Yupanqui, Violeta Parra, Chavela Vargas, María Dolores Pradera y la intemerata. Una mística, suflé o fusión verdaderamente prodigiosa por su fluidez, tanto en la ronca voz aguardentosa como en la facilidad para la composición estrófica.
Reconozco que es un hombre duro, cruel, pero también sensible o sensiblero, sin frenos ni censuras, ni propias ni ajenas. Él va a su bola y nos emboba con él.
Recuerdo que me asombró cuando todavía era un Don Nadie, acompañando a Javier Khrae o a Chicho Sánchez Ferlosio en las covachuelas bohemias del Café Libertad, 8, de Madrid. De ahí mis dependencias emocionales en medio de un público atónito y “colocado”, aunque yo no fuera de ellos ni de él.
¿Se acordará de la noche de aquel entonces mi amada profesora Consuelo,  cuando me lo hizo conocer una madrugada de huelga permanente de los Sindicatos contra Felipe González, el líder adorado por la izquierda de los movidos ochenta? Yo sí.
Hablaba poco antes del interés crematístico del músico por la realeza y los bien situados económicamente y ello me lleva ahora a sus flirs continuos con la oposición marxista, como cuando se aposentó, en unas sillas de mimbre, durante cinco horas de charla, con el tirano supremo de Cuba, su adorado y reverendo Fidel Castro.
Joaquín Sabina, encantador de serpientes, ha sido y sigue siendo opíparamente recibido por los políticos y mandatarios de los cuatro puntos cardinales del globo. 17 discos grabados en el estudio y cinco en directo, la venta de más de diez millones de ejemplares, discos de oro y platino, la publicación de nueve libros con letras y músicas, sus intervenciones con nombres de tronío –Ana Belén, Víctor Manuel, Serrat, Fito, Calamaro, Miguel Ríos…- le han hecho acreedor de ello y merecedor sumo. Además, su sección poético-satírica en INTERVIÚ le mantiene en órbita cenital. Yo creo que se le lee tanto como se visualiza el papel cuché de los desnudos femeninos de la revista… Pero a lo que vamos, a su aspecto músico y literario, que ha causado un determinante impacto en la sociedad contemporánea, sobre todo en el tratamiento del amor, el desamor, el odio, el erotismo, la sensualidad, la emotividad… y otras concomitancias afines.
BARROQUISMO LITERARIO
Joaquín Sabina es un barroco de la pluma. Todo en él es un incendio de la imagen, el acanto florido y flamígero, el capitel corintio y la cúpula renacentista. Imposible resumirle o concretarlo. Sarcasmo, ironía, mordacidad, acidez, tesis, antítesis y síntesis los encarcela en la misma estrofa, junta el léxico vulgar con el culto y está a la vez a pie de calle y sobre las nubes, volando, haciéndose y contradiciéndose entre equívocos, retruécanos, antonomasias y demasías. Sabiniano puro, o mejor, viciosamente mezclado e impuro. Gasta de Quevedo y de Lope, tira de Neruda y de César Vallejo, de Espronceda y de Bécquer, de Campoamor y Rosalía, de vates íntimos y de vates sociales,
Lo prominente son sus letras, doradas de raigambre. Las músicas que les pone no hacen más que subrayarlas aplicadamente; en esto es muy francés a lo Brel y Brassens o muy inglés a lo Dylan. Es más poeta que músico, insisto. Sólo recita, con aura carrasposa, ahumada en los pulmones. Las notas se las ha ido solicitando a sus colaboradores habituales de las dos décadas últimas. Se ha deshecho de ese cargo de conciencia, por mor de la literatura. Se ha leído todos los clásicos de oro y románticos, españoles y mundiales, y nos los devuelve deglutidos, regurgitados, en rimas y ritmos consonantes.
No nos importa que su vida no se acomode a sus divagaciones mentales. No le pedimos eso, aunque lo deseáramos. Él lleva la vida ética y moral por otra parte, es decir, por ninguna ejemplar, pues no se acompasa su comportamiento con sus letras. Pero así es él, libre de toda atadura e incisivo, repetitivo e insistente al no va más, ciego por la belleza y sonoridad de las palabras. Traigamos a colación un ejemplo con concordancias en el centro de los versos:
“A ti que te lo haces
de baile de disfraces cada día.
A ti que te lo montas
de niña tonta en medio de una orgía.
A ti que vas de prisa
por miedo a que la risa se marchite.
A ti que te diviertes
jugando con la muerte al escondite.
A ti que te has colado
en el coto privado de mi vida.
A ti que unida llevas
una jugosa breva dulcemente escondida.
A ti que aún no sabes
los besos que te caben en la boca.
A ti que has comprendido
que a veces el olvido se equivoca…”
UN TRAJE ANCHO
 “Poeta es un traje que me queda demasiado ancho”, declaró en alguna ocasión, y razón no le faltaba a su modestia. Pero entendámonos: Es un versificador, sí, pero ¡qué versificador! De la cruz a la raya, perfecto. Colocado como el torero ante el miura del idioma, lo templa, lo sujeta, se perfila y lo cita a embestir con elegancia de macho ordenador. Entonces ese tipo es un tipo genial, porque junta ideas y sentimientos, o sea, mente y corazón. Así que sí que es un poeta en traje de luces, con vocablos estallantes, cachondos, canallas y provocativos, trátese de tacos vulgares que recoge del pueblo en las conversaciones de los bares, trátese de adjetivos desusados muy bien engarzados en los sustantivos, trátese de que antepone o pospone a los verbos unos complementos inusuales y escandalizadores, que sumen en perplejidad a sus oyentes. Verlo aquí:
“Ojalá no te crezcan los enanos,
ojalá no te embistan las pateras,
ojalá no se coman los gusanos
el polen de esta nueva primavera.
Ojalá suevos, vándalos y alanos
no diseñen tricornios y fronteras,
guárdate de los guardias pretorianos,
el lameculos y el robacarteras.
¿Queda claro? ¿No les otorga profundos y diferentes sentidos a los verbos, los nombres y los adjetivos? ¿No restallan en la mente y despiertan en ella preocupación y emoción?
Si Dios es creador, el Supremo Hacedor, Sabina también lo es. Un Hacedor de versos, no de la nada, sino apropiándose de la obra de todos los engendradores geniales que en el mundo son y han sido, tanto en lo sublime como en lo vulgar.  Dice en “Esta boca es mía”:
“Contra el diluvio que viene,
cual avestruz,
me protejo hablando en plata
de hoja de lata
y con mi cuerpo de jota
salgo en pelota viva
en Interviú”.
Se ríe de sí mismo, es grosero, grotesco, llama la atención. Y es que se la suda todo lo que no resalte su ego patronímico como a un señorito malcriado: la iglesia, sus símbolos y sus liturgias; la realeza, con sus pompas y vanidades; la nobleza, con sus abusos tradicionales. Para él no existe más que un pueblo masivo humillado, sometido y supersticioso, al que debe alertar, encandilar y conducir hacia la sublevación de los prejuicios; se inviste de Moisés redentor y acepta la peregrinación al éxito y al triunfo: aquí me las den todas, pero yo sigo.
Canta “ex abundantia cordis” y manteniendo alta la cabeza. La gente es igual en cada lugar y yo el primero de ella: eso se cree él, orgulloso, invicto. Por eso le hace el juego a las masas, porque sabe lo que las masas le piden, como malabarista y alquímico que hace con ella lo que quiere, según el dictamen de su prologuista Ángel Antonio Herrera.
Con un estilo inconfundible, tan campechano como exquisito, Sabina ha diseñado su propio retrato de actor y creador revulsivo y se ha convertido en el Cronista de su tiempo, un cronista satírico y ácido, agrio de mala leche, cabroncete entero, juglar, trovador y goliardo en la misma pieza, en el mismo ”pieza” que es y como tal se toma. ¿Por qué? Porque domina los resortes del idioma, con todas sus figuras retóricas al uso –anáforas, hipérboles, metáforas, anfibologías,  epanadiplosis, oximorones, calambures. Es orfebre del endecasílabo sonetista y cantor de gestas cotidianas en la medida octosilábica del romancero. No, no es un diletante más, no es un payaso de circo, es un domador de elefantes y leones humanos, con el látigo de la lengua.
EL ARTE DE LA MENTIRA
“Sabina en carne viva” -publicada por Ediciones B, 2006- se intitula la biografía dictada al periodista Javier Menéndez Flores, escogido entre otros muchos que hubieran deseado recibir ese regalo. Ahí el protagonista se abre en canal, mientras trasiega wiskies escoceses a lo largo de varias noches que acaban de madrugada, volcado sobre la grabadora en un placiente sofá. ¿Cuánto de verdad y cuánto de mentira hay en las declaraciones cara a cara? El poeta no se aclara, no le apetece aclararse, y se tensa hasta el límite una conversación dialéctica, demagógica, entre toro y torero, entrevistado y entrevistador. Un auténtico juego literario  dramático a vida y muerte, que deleita al lector, pero subleva al crítico.
“La poesía es el arte de la mentira, la otra cara de la verdad”, expone ufano uno, y el otro le contrasta: “La verdad es la mayor mentira, sin mezcla de bien alguno”. ¿En dónde nos quedamos? En el sitio de nadie. Aturullados. Perplejos.
En baños de multitud hallamos el hábitat preferido del poeta cantor, pero tras esa inmersión en masas que le aclaman, se sumerge en un silencio profundo, durante horas y horas, días y días, encerrado a cal y canto en su piso de Tirso de Molina, de Madrid, o en una isla “desértica y volcánica” como El Hierro. Ahí obtiene la necesaria soledad para seguir creando poemacanciones, a mano armada de lirismo incontinente, ya que ha renunciado –dice como si fuera un monje laico- al disfrute de los teléfonos y demás artefactos modernísimos de comunicación. (Tampoco me lo creo, mentira sobre mentiras. Es un hombre superinformado: cuatro periódicos compra, está al tanto y al tiento del papel y los mandos digitales. Afirma que es un vago redomado; para mí que es “un vago muy trabajador”. De otra manera no se entiende su permanencia en el estrellato ni su red de contactos, siempre en caliente. Además, se halla arropado por una inmensa compañía de aduladores que dan rienda suelta a su voz, sus gestos, sus ocurrencias, sus vestimentas, sus apariciones y desapariciones, sus sarcasmos, sus ironías, sus mordacidades. Y él es un continuo espectáculo, cuando calla y cuando canta y cuando consume o no consume:
…”Y por esas ventas
del fino Laína,
pagando las cuentas
de gente sin alma
que pierde la calma
con la cocaína”
(19 días y 500 noches).
NI HAGIOGRAFÍA NI LIBELO
Lo que trato de conseguir no es ninguna hagiografía, como la perpetrada por JMF con enmielada pluma, por cierto, ni ningún panegírico o ditirambo; tampoco un libelo. Reconozco que el cantoescritor es un creador de fuste, al que se le desbocan las melodías y las letras de una sola vez, enteras, como un soplo de aire, en un suspiro, trátese de “medio boleros o medio corridos”, que son sus inspiraciones más frecuentes, cuando se halla en estado de gracia.
¿Cuánto trabajo anterior de acopio de datos y disponibilidad de la mente supone eso? Indecible, inconmensurable. El propio autor cuenta que siempre se acompaña de papel, pues es amanuense, y a salto de mata anota dichos, hechos, pensamientos, sugerencias, emociones…, que son como “gotas de tinta en el vientre de un blog”, tras las que aflora su inspiración de repente.
Yo creo que es mejor letrista que melodista, al contrario que su contrincante y amigo Luis Eduardo Aute, con el que en más de una ocasión compite, en casa de uno u otro, con la guitarra en brazos.
¿Y qué nace primero, el texto o la música? Depende. Una le lleva a la otra. Aunque en realidad le brotan juntas. Con una diferencia esencial, que explica así: “Hay letras sólo letras y hay letrascanciones. Cualquier letra no es cantable. ¿Qué componentes necesita una buena canción?: una buena letra, una buena música, un buen arreglo, una buena interpretación…y otra cosa que nadie sabe qué es y que es lo único que importa”.
Supuesta y aceptada su propia distinción, convengamos en que la obra literaria del ubetense apátrida –tal se considera a sí mismo- no es ni ha sido (analizada aparte) suficientemente valorizada por la plebe que le aclama ni por la crítica que le asesina y distorsiona. Porque, repito, es un hacedor de versos cojonudo, mal que sea persona non grata en su tierra y en otras demás. “Ternura y cinismo” los ensambla a medias, pero ello no obsta para reconocerle los dones de los que le proveyó la naturaleza y una atentísima lectura imitativa de los clásicos en varias lenguas, como ya apuntamos. ¡Chapeau, Sabina! Es, sin duda alguna, una “rara avis”, un género distinto e integral, gallo enhiesto entre los gallos suyos: Aute, Serrat, Víctor Manuel, Pancho Varona, Atahualpa Yupanqui, Pablo Milanés, Silvio Rodríguez, y las cluecas gallinas Ana Belén, Chavela Vargas, María Dolores Pradera y tantas tías-tatas más.
¿Qué es o fue golfo y crápula? Pase. ¿Que fue drogata (y ahora parece que no)? Allá él. ¿Qué se revolcó (o sólo charló y rió) con dos mil hetairas? Dios le conserve el gusto y no le deteriore más su cuerpo serrano montaraz.
AUTORRETRATO
 Su autorretrato del perfecto canalla le ha servido para montarse un automárketing, para saber venderse millonariamente, para vivir como un rajá-pachá, para rodearse de gente de cualquier clase y condición, para erigirse en un utópico irremediable y para quedar como un bufón tirado al fin en la carrera-carretera -¡oh, Keruac!- ante la mirada de los más conspicuos.
Estábamos en que Sabina nos ha contado en versos la vida “puta de cojones” de sus contemporáneos como un puntual radiografista de la sociedad capitalista, de  la que ha gozado y abusado, al tiempo que embobaba a la izquierda del comandante zapatista Marcos y al comandante cubano  Fidel.  
¿Contradictorio e incoherente, felón e inconsecuente, el gran poeta Sabina? Pues sí.  Sólo le salvan sus versos. Por eso cuando los recita, susurra y teatraliza,  sus fieles laicos le lanzan sombreros, pañuelos y bragas sucias, rosas o rojas.
Todo es mentira, pues, en el personaje que se ha prefabricado  con sus historias, que por otra parte son clásicas: planteamiento, nudo y desenlace. Literatura. Y ahí me quedo, aunque siendo como soy sincero, redondeo: Le sobran ripios, como a Gabriel y Galán, Ramón de Campoamor o Emilio Carrere, que son algunos de sus maestros. ¿Una cita constatadora? Vaya:
…”Porque sabía
que la verdad desnuda
guarda oculta detrás de la corteza
el hueso de cereza
de una duda”.
¿Qué tiene que ver la corteza con el hueso de cereza? Nada. Solo les aproxima la rima en eza, que halaga el oído “e rien de plus”. Ahí no le veo yo a Sabina subido en la cumbre del Parnaso.
¿Qué pasa, que le traiciona el subconsciente y se convierte en un periodista en verso?  Sí. Y eso no vale, eso es una avilantez literaria y periodística. ¿Cometida por qué? Porque Interviú le paga bien, ya que su solo nombre atrae compradores.
Cierto es que desde su juventud Sabina quiso ser escritor-periodista. Durante la mili tardía (28-30 años) en Palma de Mallorca colaboró en el diario “Última hora” para darse autobombo y progresar en la venta de canciones, pero existen unos límites éticos, y los sobrepasó y sobrepasa.
Joaquín Sabina pontifica: “Cojo el lenguaje de la calle para devolverlo literariamente dignificado”. ¡Qué bueno! Es lo que ha hecho y se ha adornado con fuentes clásicas. Pero, “fronterizo en todo”, no es carne ni pescado, subsume su creatividad en una atrabiliaria ambigüedad. Pues se lo toleran sus adictos, no me cabe más que respetarlos.
SABINA Y ÚBEDA
Me falta un colofón que debiera haber sido un prólogo, y es la relación de Sabina con el pueblo que le vio nacer y educar en sus primeros años con las carmelitas y los salesianos de Úbeda, ciudad artística y machadiana, a la que ha visitado poco y siempre de refilón, para que no le vieran sus congéneres. “No hubo mal rollo con Úbeda”, declara a su biógrafo míster Flowers. “No le tengo ni la más mínima animadversión”, insiste, pero los hechos desmienten sus afirmaciones.
Tiene gracia el tío del carajo. A su abuelo, carpintero, al que adoró, apenas si le vio. A su padre, seminarista exclaustrado por la guerra civil y luego comisario de policía franquista, no le respondió a las cartas desde su exilio en Londres y se mantuvo tieso frente a él después. A su madre, encampanada onubense de profesión sus labores, la coloca en la sombra más gris A su hermano, unas veces le aprecia y otras le difama. A sus amigos de la infancia los ignora. ¿Entonces? Sabina, siempre, ha incumplido todo lo que ha prometido en pactos con caballeros o…con señoritas. Son sus palabras, no son las mías. Ese es el hombre: toda una vida para sus letras y canciones. Punto. Con un calderón alargado y suspensivo, si así os place. Gracias.
ANEXO PRESCINDIBLE
Para que el lector asienta o disienta de mis consideraciones, añado una pequeña selección de poemas escritos y cantados por Joaquín Sabina:

Adiós, adiós
No soy un tipo complicado
De delicado paladar.
Cualquier mujer es mi mujer,
Cualquier cuarto de hotel mi hogar.
Puedo dormir en cualquier lado,
A veces solo, a veces no,
A veces pongo “reservado
El derecho de admisión”.
Y digo adiós, adiós, adiós.
Cuando unos labios amenazan
Con devorarme el corazón,
Enciendo la señal de alarma
Y escapo en otra dirección.
Pasé dos noches en Sodoma,
Viví en Gomorra de pensión.
Cuando escapé del paraíso
Satanás me recogió.
Si nos cruzamos por la vida
No me preguntes dónde voy.
Mira mis ojos y adivina
Lo que busco y lo que soy.
No importa que cierres la puerta
Me gusta entrar por el balcón.
Al día siguiente dejo el hueco
De mi huida en tu colchón.
Cierro la maleta y pido
Un taxi para la estación.
Y digo adiós, adiós, adiós.
La primera
De sobra sabes que eres la primera,
Que no miento si digo que daría
Por ti la vida entera,
Y, sin embargo, un rato, cada día,
Ya ves, te engañaría
Con cualquiera,
Te cambiaría por cualquiera.
Camas vacías
Ni tú bordas pañuelos ni yo rompo contratos,
Ni yo mato por celos ni tú mueres por mí,
Antes de que me quieras como se quiere a un gato
Me largo con cualquiera que se parezca a ti.
De par en par te abro las puertas que me cierras,
Me cuentan que el olvido no te sienta tan mal,
La paz que has elegido es peor que mi guerra,
Aquella cama nido parece un hospital.
¿Quién hará mi trabajo debajo de tu falda?,
La boca que era mía ¿de qué boca será?
El roto de tu ombligo ya no me da la espalda
Cuando pierdo contigo lo que gano al billar.
Aunque nunca me callo, guardo un par de secretos,
Lo digo de hombre a hombre, de mujer a mujer,
Ni me caso con nadie, ni guardo pa mis nietos,
Por no tener no tengo ni edad de merecer.
Como pago al contado nunca me faltan besos,
Siempre que me confieso me doy la absolución,
Ya no cierro los bares ni hago tantos excesos,
Cada vez son más tristes las canciones de amor.

918470225






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