Matar al padre.
Matar al profesor.
Así nuestros hijos
se sienten mejor.
Esa es la libertad
osada y consentida
por esta sociedad
desprevenida.
¿Qué hemos hecho nosotros
sino estar en vela,
dándoles a los otros
vida y escuela?
¡Ay, pobres padres!
¡Ay, profesores!
¡Ay, madres madres,
cuántos dolores!
Educación, educación
y no sólo enseñanza
es lo que el corazón
difícilmente alcanza.
Porque o témpora, o mores,
estamos condenados
a morirnos de amores
por ser mal enseñados.
a.sotopa@hotmail.com
91 847 02 25
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