En la sátira mundana,
por nuestra muy real gana,
ahora mismo somos tres:
Apuleyo, un greco-romo,
Fray Josepho a tomo y lomo
y Saint Foy, falso francés.
Ni uno más pinta en la prensa
que a diario nos dispensa
de ver el mundo al revés.
La sátira ni se asoma
ni de veras ni de broma
ni siquiera a puntapiés.
Y es que no es tan atrevida
como en aras de otra vida
bienversada sí lo fue.
Entonces sí que corrían
y a pachas se las veían
el ingenio y el parné.
Que no, que no quedan ya
Campmany, Camba , ni Pla
ni el excéntrico Jardiel,
que en combates letraheridos
por todo el mundo leídos
se encabritaban la piel.
Qué pena, penita, pena;
vierto como Magdalena
lágrimas de agriada hiel
por sus dardos olvidados
en los tabloides doblados
del amarillo papel.
Sátiras, sátiras, sátiras
afiladas y gaznápiras
a mi vera quiero ver.
No hay maestros, no hay escuela,
no hay espolón ni hay espuela,
todo es solo adormecer.
Adormecer al lector,
obcecar al pensador
y enfrentarse contra él.
Hala, que siga aturdido;
pocas nueces, mucho ruido,
ruido, ¡ay!, de cascabel.
a.sotopa@hotmail.com
91 847 02 25
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