viernes, 27 de diciembre de 2013

Las enseñanzas de la infancia segoviana


Si mucho de la vida se halla en los libros, más todavía se deposita en la infancia, isla del tesoro de los descubrimientos. Reafirmemos que desde “los verdes años” ya anunciamos como vamos a ser y manifestarnos en la edad adulta con nuestra particular singularidad inequívoca en medio de la diversidad universal.

Lo de “los verdes años” es una expresión feliz que le gustaba repetir a Luis Vives en sus escritos dialogados sobre la educación infantil. De ahí, acaso, que sigan leyéndose por los modernos paidólogos y psicólogos. Por la impronta que marcan y por la maleabilidad que caracteriza a los niños, abiertos de par en par a todos los cambios y mutaciones de la naturaleza y de la sociedad. De pequeños se impregnan, nos impregnamos, con la lluvia de los conocimientos y las normas de la urbanidad, y ambos ramales asociados dirigen su conducta, la nuestra, de manera inmanente.

Yo me siento tan niño como hace sesenta años en un pueblito segoviano, ¡y mira que ha llovido, nevado, venteado y granizado sobre mi cuerpo serrano y mi espíritu libertario, zarandeado por unos y otros elementos y acontecimientos, a través de pueblos y ciudades en los que he residido temporalmente, desde las paradisíacas Islas Canarias a la flamenca Andalucía o la mesetaria y austera Castilla! Vivir para ver y viajar, pero siendo el mismo en cada lugar y circunstancia, porque así se me ahormó, se nos ahormó, en “los verdes años” del crecimiento sustancial. Como los árboles, que se hacen grandes a partir de lo minúsculo de una semilla.

Creo en la educación reglada ahora que políticos y sociólogos de diverso pelaje intentan distraernos del camino elegido. A cierta altura de la vida, que no nos vengan con nuevos cuentos ni cuentas. Ya los aprendimos con la experiencia de la infancia, y cuando nos vamos quedando calvos, los hechos y los dichos se nos convierten en recuerdos jugosos. Del inicial modelado y conglomerado seguimos entonces viviendo, a pesar y enfrente de los sucesivos avatares.

Allá cada uno. Yo no cambalacho mi modo de pensar y proceder por el de ninguno otro. Ni tú tampoco. Y ese es el secreto de la evolución continua sin que se note, porque crecemos desde dentro, desde la raíz que nos nutre, desde la infancia.

Bienvenida, pues, la celebración anual de un niño-dios que se hace hombre. Como a Él os quiero ver.

a.sotopa@hotmail.com
91 847 02 25

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