viernes, 22 de noviembre de 2013

La sonrisa de la Gioconda, por Ana Galisteo Pérez

 'La sonrisa de la Gioconda' es un entremés que se representará la última semana de noviembre por distintos pueblos de la sierra madrileño-segoviana, como Soto del Real, Manzanares el Real, El Molar y Guadalix de la Sierra, en conmemoración del Día de la Violencia de Género. Apuleyo Soto, que acoge la pieza en su blog, valora que "es un texto vivo, cargado de amor y humor".

Auto laico en un acto en el que el Juez de Familia escucha a unas mujeres maltratadas, con el destino fatal de un marido maltratador al fondo.
                                                              Época actual.

JUEZ.-Buenas tardes, señoras, nos hemos reunido tal y como Uds. habían solicitado.
Hoy se celebra el Día de la Mujer Maltratada, o  Día contra la Violencia de Género, como  quieran llamarle.

NATI.- Perdón, Sr. Juez, aquí no se celebra nada, se reivindica y se recuerda a todas aquellas  mujeres que sufren malos tratos físicos o psíquicos, encontrando la muerte, o  quedando dañadas de por vida.

JUEZ.-Perdone, Sra., son Uds., las féminas, las que han llevado a los hombres a ciertas… salidas de tono, como esa de que siempre es el hombre el maltratador, y nunca el maltratado.

PILAR.-Un momento, un momento. ¿Acaso quiere Ud. decir que también hay mujeres que
maltratan?
JUEZ.- Pues sí, Sra., eso es lo que he querido decir, y lo mantengo.
PILAR.-Pues sí, Sr, faltaría más; ninguna especie es perfecta. Que yo sepa.
NATI.- Señoría,  dígame Ud., estadísticamente hablando, ¿cuántos hombres maltratados hay por cada mujer maltratada ó muerta? ¡Vamos, tire Ud. de estadísticas! ¿Acaso se le olvidaron en su despacho, o la secretaria no las puso en su maletín?

JUEZ.- Pues es cierto, sí, mi secretario no ha debido de darse cuenta.
PILAR.-Claro, su secretario no estimará las estadísticas creíbles, ¿verdad? Dirá  ja, ja, ja… Las estadísticas dicen que cada español se toma tres litros de cerveza por semana, que, bueno… ¿Pues dónde  está el que se bebe la mía? Porque yo no la pruebo, soy abstemia.

JUEZ.-Vamos, déjense de lisonjas y sigamos.

NATI.-No señor, no señor; con o sin papeles, aquí se hablará  de estadísticas.

PILAR.-Por supuesto que se  hablará. Dígame,  Sr. Juez,  estadísticamente, hábleme, dígame: ¿Cuántas madres abusan sexualmente de sus hijos varones? ¡Dígamelo, dígamelo!
JUEZ.- (Golpea con el martillo) Silencio, por favor, silencio.
NATI.- (Enfadada) Diga, Señoría, y,  permítame, yo tengo amigas con hijos varones  y los miro como si mirara  a mis  propios hijos. Pero no puedo decir lo mismo de los compañeros y amigos de mí esposo, “cuando miran a mis hijas”. No, yo no puedo decir lo mismo, Sr. Juez; si esto a Ud. le dice algo, ha de tomar nota. ¡Téngalo en cuenta!

JUEZ.- Está bien, está bien, las escucharé. Pero sepan Uds. que para mí no es agradable.

MUJER 1.-Perdón, Señoría, con permiso, Sr Juez. Sí, yo soy una mujer maltratada, psíquicamente, sí, más que en el cuerpo. Pero hay heridas tan sangrantes que no se pueden calibrar ni ante jueces ni testigos. Creo que no figuran en el Código penal, pero ante Dios, (si es que Dios existe, porque hasta la fe se tambalea en ciertos casos. ¡La fe en Dios, en los hombres y en la justicia…!).Sí; yo perdí la dignidad cuando él me iba describiendo los…los…
los pechos de su amante mientras que acariciaba los míos. Me decía y repetía: “Sí, tus pechos son hermosos, tu aureola sonrosada y tus pezones son pequeños,
como lentejuelas, pero los pechos de ella son pequeños  y prietos, su aureola es oscura casi
negra, y sus pezones gruesos, abultados… Cuando están en mi boca todo mi cuerpo
estalla en un éxtasis, que nunca había sentido. ¡Ese éxtasis me vuelve loco y no
puedo pensar en nada más”.
Yo, entonces, en ese instante, sólo comenté: ¿“No piensas en tus hijos? ¿Ni en tu familia? ¿Ni en la mía? ¿Ni en nuestros amigos?....Son muchos los que nos quieren. ¿Tampoco piensas en la estabilidad económica para mí y para los niños, e incluso en la tuya propia, que…que se verá afectada? ¡No sé cómo podremos salir adelante!”
El respondió: “No lo sé, pero de todo se sale”.
Me levanté de la cama y me cubrí como pude. Un vómito amargo llegaba a mi boca
a borbotones. Después en la ducha embarduné de jabón todo mi cuerpo para
arrancar de mí hasta el último aliento, intentando que desapareciera de mí su olor
por completo.
Pensé abrir la caja fuerte y utilizar el arma que él mismo guardaba en su interior, pero volví a pensar en mis hijos, en mí misma…y me quedé quieta, paralizada.
A día de hoy, me sigo preguntando si mi dignidad está en entredicho conmigo misma.
Cuando él me pidió que fuésemos a la cama, pensé que en el lecho podría solucionar
todos los problemas económicos y afectivos de los niños. Sentimentalmente, los míos ya estaban destrozados.
 
PILAR.- ¿Te puedo preguntar una cosa?
MUJER 1.-Sí, por supuesto.
PILAR.- ¿Tú sabías, cuando accediste a su petición, que ya sin amor te prostituías ante él?

JUEZ.- ¡¿Pero qué está diciendo! Un hombre que sigue siendo el esposo de una mujer tiene
derecho. Es más, incluso después de separados. Si paga la  pensión compensatoria tiene sus derechos.

PILAR.- Señoría, acaba Ud. de confirmar algo escandaloso ¿Es Ud. creyente?

JUEZ.-No tengo por qué contestar a esa pregunta. No es de su incumbencia.

PILAR.- ¿Y son de su incumbencia la moral, la ética, la estética y las creencias de esta mujer?

JUEZ.-Está bien, está bien; solicito el cambio de esta historia por la siguiente.

MUJER 2 .- Con permiso, con permiso, Señoría. Les  voy a contar a Ud. y al público mi historia. Soy una mujer, hija única, y dos varones que me acompañan. Según ellos, yo era el ojito derecho de mis progenitores. No era especialmente guapa pero sí estaba preparada para el hogar. Tomé clases de costura, de bordados… entre otros. Contaba ya 22 años cuando conocí a Oscar. Oscar era un chico guapo y simpático. No hablaba nunca de sus ocupaciones. Que si era comercial,  buscavidas, etc. etc. Me enamoré como una tonta. Sentí tocar el cielo con la punta de los dedos, mientras que mis pies se elevaban a centímetros del suelo. Una felicidad sin fronteras. ¡Ay juventud, maldito tesoro!
La boda se celebró por todo lo alto, empezando por el anillo de pedida, que fue la envidia de todas mis amigas. ¡Un brillante!!!

PILAR.-O sea, era guapo, simpático, y además brillante, vaya chollo.

MUJER 2.-Brillante que tuve que vender para pagar la estancia  en el hospital cuando nació mi hija. El parto se adelantó unos días y a Oscar le cogió en Sudamérica. Sus jefes le habían encomendado una misión muy importante, tan importante que no pudo volver a España hasta pasados bastantes años.
Fui desahuciada y tuve que volver a casa de mis padres a trabajar con ellos en el campo.
Yo había pedido la separación judicial pensando que aún seguía él allá, pero me hicieron saber que dicha persona ya estaba en España terminando de cumplir su pena en las cárceles de nuestro estado.
Nunca fui informada de tal cosa, ni por el gobierno español, ni por su familia.
Cuando conseguí la separación, pensaba que todo mi calvario había terminado, porque volvía a ser libre, pero los familiares de mi gran amor… empezaron a hacerme la vida imposible, y eso que yo trabajaba hasta la extenuación, por un techo y un plato de comida.
Mi libertad fue solo un bombón envenenado.
Mi ex recordó que tenía una hija, y solicitó un vis a vis con ella y conmigo, al ser la niña menor de edad.
Según las leyes estaba en su derecho. Yo me negué a dicho derecho.
Al cabo de dos años, él quedó libre y sigue reclamando las visitas de su hija.
Y, según creo, la ley le apoya.

JUEZ. ¡Faltaría más, Sra.! Ustedes, las madres, piensan que los hijos son solamente de la madre, y sin nuestra intervención, Sra, no hay hijos que valgan.

MUJER 3.- Oiga, Señoría…creo que Ud. ignora que una mujer, si lo quiere, puede ser madre sin la intervención del hombre. Cosa que nos evitaría inconvenientes legales, personales y dolorosos para nosotras y nuestros hijos. ¡Hoy por hoy no son Uds… imprescindibles!

MUJER 2.- Señoría ¿Quiere Ud. decirme quién apoya a mi hija?

JUEZ.-La apoya la Ley del Menor.

MUJER 2.- Sepa Ud., Señoría, que su padre es para ella un total desconocido. Sí, porque yo le hablé de él contándole mil mentiras para no hacerla daño. Le dije que estaba trabajando fuera y vivía bien, y etc, etc., pero ella me contestó entonces : ¿Y por qué no trabaja aquí, como los papás de mis compañeras del cole? Es lo que nos ha tocado a nosotras, le repliqué. Ahora él reclama llevársela los días que estime el Juez.
Se lo comuniqué a mi hija y esta fue su respuesta: “¡Qué bien, estaremos todos juntos, papá, tú y yo!”
“No, hija, no, le aseguré; tú  tendrás que irte sola con tu padre y su familia, y mamá se quedará en casa”.
“Pues si tú no vienes, yo tampoco voy”, me respondió la pobre. Y siguiendo hablando: “Si apenas le conozco, y a su familia todavía menos.¿Por qué no han venido ellos a vernos? ¿Es que no sabían dónde estábamos?”
Dígame, Señoría ¿Qué puedo hacer yo? No he contestado a ningún requerimiento. Pero hace una semana recibí  otra citación, que decía que si no me presentaba con la niña en el juzgado, se me acusaría de secuestro y vendrían a por la niña para entregársela a su padre. ¿Le parece a usted eso bien?

JUEZ.-Señora, las leyes son las leyes y hay que cumplirlas.

MUJER 2.- Por eso mismo de que las leyes hay que cumplirlas, mañana mismo mi hija se irá con sus abuelos, mis padres, saldrán hacia  la casa del pueblo y me declararé autora del secuestro de mi propia hija.
¿Qué le parece a Ud., Señoría?

JUEZ.- Sigo diciéndole que ese señor, sea como sea, es su padre ( Da con el martillo en la mesa)

MUJER 3.-Con permiso, Sr Juez. Voy a contar la historia de una persona que no quiere revelar su identidad…Podríamos llamarla “la niña de la minifalda”. Entró en la oficina una mañana con su melena al viento, sus uñas largas y nacaradas y toda maquillada. Con ropa corta de marca, pisando firme, con sonrisa fácil…
-Hola, dijo. Soy la nueva. Me llamo Mª José.
Las que allí estábamos le dimos la bienvenida. Nos cayó muy bien y se hizo querer.
En la multicopista que había al lado del pasillo, se encontraba Manolo.
La miró y quedó prendado de ella. Manolo era un mozo rubio, gracioso, algo soez y de una familia que nada tenía que ver con la suya.
Entre guiños y chirigotas, la niña de la minifalda quedó rendida a sus pies. No sirvieron consejos, ni por parte de compañeros ni de familiares. El muy cuco del Manolo se enteró de que su flor preferida era la gardenia.
Cada viernes por la mañana aparecía con una flor en la mano y si ella no estaba en su puesto, la dejaba con cuidado en la mesa y se iba, no sin antes hacernos a las compañeras ademanes de triunfo con gestos obscenos y palabras gruesas.
Ella estaba encantada con su Manolo y cayó en la trampa. ¡Era tan joven!....

JUEZ.-Joven, o no joven, las mujeres cuando inician una relación, quieren el matrimonio lo antes posible. Nunca las entenderé, bien lo sabe Dios que nunca las entenderé.

NATI.- Cuando una mujer ama, ama de verdad y lo hace para toda la vida.

MUJER 3.-Tanto es así que un día de otoño le dio él sí. En una catedral de la ciudad se celebró la boda que daría lugar a tanto dolor.
La iglesia adornada con guirnaldas de gardenias blancas, como el ramo que lucía en sus manos temblorosas y perfectamente arregladas.
Pero los problemas no tardaron en llegar.
El no aceptaba cómo siendo tan macho, su mujer no se había quedado embarazada en el primer mes de casados.
Ella lloraba amargamente, meses y meses, escuchando lindezas como “no sirves para nada” y “te preñas, o te mando con tu madre”, aguantando día tras día…, hasta que
llegó el milagro del parto.
“¡Ah, pero … fue  niña!”, comentó el padre. Y añadió: “Espero que el próximo sea niño.
No vaya a ser que te pase como a tu madre, que después de parir tres veces, fueron tres chichis los que dio a tu padre. ¡Pobre hombre, con tres titis para él solo!”
Fue ya, en el cuarto año de casados, cuando la mujer de Manolo tuvo un varón, después de haber dado a luz dos niñas seguidas.
Al fin, Manolo estaba pletórico, y comentaba su felicidad con los jefes de la empresa en la que trabajaba.  Ellos le reían las gracias y admitían su vocabulario machista y ordinario a cambio de unas copas, porque después de esas copas acudían a jugarse hasta las cejas en los bingos recién legalizados, por la zona de Cuzco y el Bernabéu.
Mª José, la chica de la minifalda, nos intentaba convencer a todas de que Manolo no era capaz de dejar de pagar la hipoteca, ya que ella sufragaba todos los gastos restantes de la casa.
Pero un mal día… ¡la niña de la minifalda recibió una orden de desahucio sobre la finca que ocupaba y que era su domicilio! Se lo dijo a Manolo, y confió en que la iba a ayudar, pues le demostró buena voluntad. Promesas, promesas, promesas. La ayuda no le llegó, lo que sí  la llegó fue una segunda y una tercera amonestación, que se fueron resolviendo con un préstamo de la empresa. De manera que, con eso y quitando un poco de aquí y otro poco de allá, consiguió recuperar la vivienda y quedarse con ella. Entonces invitó a Manolo a dejar el domicilio conyugal, y el macho ibérico no tuvo más remedio que marcharse. Adecuó el cochazo que tenía como su “nuevo hogar”, no le quedaba otro sitio en el que refugiarse. De ese cochazo había presumido siempre ante su familia y ante los amigotes del barrio, desde que dio el gran braguetazo.
Ella, por su parte, le había dado las llaves de la vivienda, facilitándole así el derecho que tenía para visitar a sus hijos.
Un domingo, como otros tantos, María José, después de besar y acariciar a los niños, les puso unos bocadillos para que se los llevaran a su padre, de manera que no tuviera que mendigar o pasar hambre.

JUEZ.- (Golpea, la mujer se asusta) Pregunto: ¿Cree usted que esta mujer, la “niña de la minifalda”, sufría de dependencia hacia el varón? Porque no comprendo que una mujer, maltratada por su esposo,  le envíe encima comida, viviendo separada.

MUJER 3.- No, Señoría, no la tenía, pero ahí está la diferencia entre hombres y mujeres.
Un hombre normal, sin llegar a ser un asesino, si su esposa lo abandona, no acaba de asumir nunca el abandono.

JUEZ.-¿Quiere Ud. decir que las mujeres sí que lo asumen y están más preparadas que nosotros para el fracaso?

MUJER 3.- Efectivamente, Señoría. Cuando una mujer es abandonada por su marido, piensa en sus hijos antes que en ella misma. Lo primero son sus hijos.
Se acerca todavía más a ellos, y lo normal es que, en vez de hundirse, empiece a hacer de madre y de padre, y esa piña la mantiene y le da vida .Ellos sienten también el abandono y empiezan a apoyarla sobremanera, salvo en casos muy señalados. Es algo a estudiar e investigar por la ciencia, pues no está demostrado que los hijos tengan más herencia congénita de la madre que del padre.

NATI.-La ciencia, amiga mía, puede decir lo que quiera, pero el placer  que un hijo siente nueve meses dentro de su madre, eso lo recordará, y eso lo pone la madre, y no el padre.

JUEZ.-Se me están yendo Uds. por las ramas; reconozco que empecé esta reunión con cierta desgana, pero debo comunicarles que me siento mucho más cómodo de lo que creía suponer. Prosiga, prosiga.

MUJER 3.-Con permiso,  Señoría. Cuando Manolo vio a los niños más arreglados que de costumbre, preguntó: ¿Adonde vais tan guapos? –“A casa de los tíos, a pasar el fin de semana en la piscina de Tía Conchi”, respondieron con naturalidad.
En ese instante, a Manolo, herido en lo más profundo de su orgullo, se le subió la sangre a la cabeza y se le ocurrió que había llegado el momento de hacer cuentas con su esposa.
Puso en marcha el coche, y aprovechando que ella estaba sola, decidió ir a la casa y entrar en ella con deseos de venganza. Subió las escaleras y con un gesto de rabia y seguridad abrió la puerta.
Mª José desde el baño preguntó, pensando que volvían los niños:
-¿Se os ha olvidado algo? Nadie respondió. El dio un empujón a la puerta del baño y se presentó ante ella, que salía de la ducha; la cogió por el cuello y dijo: “si gritas, te estrangulo”. La tumbó en la cama matrimonial, y abusó de ella una y otra vez, día y noche.
Luego registró toda la casa, llevándose las cuatro cosas de valor que quedaban y diciéndole:
“como cambies la cerradura, echaré la puerta abajo a hachazos, estén o no estén mis hijos”.
Desde ese día Mª José empezó a encontrarse francamente mal; los desgarros que le había producido su maltratador eran insufribles.
Acudió a consulta médica, y trataron de coser y curar su vagina. Al final le comunicaron que estaba embarazada y se le vino el mundo encima. Como siempre, fue su familia la que la sacó del atolladero.
Un mal día, sus hijos le comunicaron que a su padre, Manolo, le habían ingresado en el hospital en un estado lamentable. Poco después fallecía.
El hospital, en el informe sobre las causas, era taxativo: ”Muerte por Sida. Se recomienda a la esposa o pareja que se someta a un estudio clínico lo antes posible”.
Mª José guardo silencio ante sus hijos y acudió al centro que señalaba el membrete de la carta.
Un mes después de las pruebas, le comunicaron que poseía anticuerpos. Que pasara por el hospital para ser tratada, antes de que fuera demasiado tarde…
La niña de la minifalda tiene hoy una nueva pareja, a la que nada le preocupa ni le importa su vida anterior, y es feliz dentro de sus limitaciones, encantada con sus hijos y nietos.

JUEZ.-  (Interesado y conmovido. Señalando a otra señora que ha permanecido en silencio)) Y a Ud., señora, ¿qué le ha traído a esta reunión? He visto que ha escuchado, ha pensado, ha observado con ojos penetrantes, pero no ha despegado sus labios. ¡Vamos, defínase de una vez! No tengo todo el día para este caso, por muy señalada que sea la fecha.

MUJER 4.-Con permiso, Señoría. No voy a contar mi historia personal. Escuchando a mis compañeras me he sentido reconocida y representada en todas y cada una de las historias, que, por desgracia, no son la película de una tarde de domingo. Tampoco son la novela de moda que ha ganado un premio literario y que ha sacado de apuros a una escritora. ¡No! Es/son la realidad pura y dura de muchas…, de tantas, y tantas, y tantas mujeres maltratadas, desconsideradas, anuladas, sacrificadas…en el altar del amor.
El dolor que he experimentado solo puede sentirlo quien lo sintió una vez, como yo también,  y que, por años y años que  pasen, se vuelve a renovar. Siempre, siempre se renueva.
Este juicio, confesión, o lo que sea, me ha devuelto a lo que dejé escrito y publicado hace algún tiempo. Se lo leo, porque le va a interesar. Con permiso, Señoría: “No me quedan más besos de amor para ofrecer a alguien, mi placenta está fría como la escarcha, mis manos encallecidas solo sirven para la dureza del trabajo. Ya no hay nada en mí que pueda tener atractivo para nadie, la piel entumecida de mi cuerpo se ha secado. Solo queda en mí el recuerdo lastimero de la entrega que hice a cambio de nada, y cuando digo nada, es nada. Poco me importó si el sexo era más o menos placentero. Cuando una mujer se entrega, poco importan esas cosas. No me interesa el dinero, soy autosuficiente. Mi mente y mis manos están ávidas y son certeras, por y para sobrevivir al fuego y salir indemne de las cenizas. Estoy más curtida y más preparada que nunca, con una sonrisa tímida y amarga, ahora que he llegado a una edad. Mi sonrisa es como la sonrisa de la Gioconda.
Solamente un hombre supo captar esa sonrisa, y fue Leonardo Da Vinci, que tenía un alma de mujer. No ha habido nunca un pintor que haya sabido captar la sonrisa de una mujer maltratada, desilusionada, entregada a los hijos y al esposo e imputada sin causa… como él, como Leonardo. Gracias, Leonardo. Tú bien sabías que somos azucenas”... He ahí el enigma, señor Juez, que usted debía elucidar, dilucidar. Gracias por habernos dado esta ocasión. Por lo menos, nos ha escuchado

JUEZ.-  Gracias, señoras, a ustedes todas, que nos han manifestado en público sus íntimos problemas demasiado notorios. Concluyo este drama con mi veredicto: Algo falla en el traje que hemos confeccionado para nuestra convivencia en pareja, se nos ha hecho un roto y no tenemos o no encontramos la aguja con que zurcirlo; porque no es suficiente con reconocer el derecho a la igualdad, es preciso asegurar el ejercicio de esta igualdad.
Hay que educar en la tolerancia y el respeto y asegurar la protección y ejercicio de los derechos de todos y de cada uno/una, y en este sentido les puedo asegurar que después de lo que aquí he escuchado,  este juez dará cuantos pasos sean necesarios para sensibilizar a las instituciones y organismos responsables, hasta lograr que se incrementen las medidas de prevención y se perfeccionen las de seguridad y control de las mujeres afectadas por esta lacra social.
Para terminar y como prueba  de mi respeto y admiración por su valor, les hago entrega simbólica del más alto diploma de calidad humana, que hago extensivo en ustedes a todas las mujeres del mundo, en cuya representación estáis y habéis hablado. Tómese acta del acto.
(Da tres golpes o toques del mazo sobre la mesa)
Se levanta la sesión.



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