martes, 6 de agosto de 2013

Veraneario 2013 (IV)

UN TRÁGICO VIAJE. El verano nos calienta la cabeza cuando debemos mantenerla más fría: en los viajes. El multitrágico accidente ferroviario de Santiago no lo pudo evitar ni el santo Apóstol, a cuya fiesta asistían peregrinos de toda España y del extranjero, que han acabado entregándole la más sublime de las ofrendas: su  propia vida.

UN ALTO EN EL CAMINO. No hay que correr tanto para regresar solo a la nada. Lo había visto escrito un poco antes en una residencia de ancianos: “Hoy he vuelto a pasar por el casón de los viejos y sólo encontré, perplejos, seres de muy poco hablar. ¿Por qué volver en tal caso? Porque la piedad nos lleva allí adonde se renueva la sensación del fracaso. ¿Y qué aprendí, a fuer de ingenuo? Que la existencia es un sueño y que pasado el beleño juvenil, adiós ingenio. No vuelvas jamás atrás, caminante incontinente. No existe más que el presente, con el presente te vas. Si uno llega, otros se van para nunca más volver. Son las vivencias de ayer humo y polvo en un tren-tran”.

UN DESEO DEL HOMBRE SOLITARIO. Dejadme tranquilo en mí mismidad. En hechos de nadie me meto jamás. Así dijo el hombre en su soledad, sin miedo, sin rabia, sin dar paso atrás. Y al cabo de un tiempo sereno y gozoso por prados amenos de sombra y reposo, recibió el regalo merecido, hermoso, de la sabia eda. Yo oso… ser ese viajero por el mundo entero comiendo, bebiendo, siendo forastero, con tal que me absuelvan de hacer lo que quiero a expensas del poco o el mucho dinero,

Dejadme ya en paz. Yo tengo una paz que exige respeto, perdón y piedad, y no ansío más que luz y verdad en el hondo pozo de mí mismidad.

UN ATARDECER ASOMBROSO. Contemplar cómo el sol se desáurea y desangra al atardecer es uno de los espectáculos más maravillosos de todos los veranos. En éste, acaso, más que en ninguno anterior, por lo que reluce durante el día en la canícula de julio, antes de que le atropellen las cabrillas de agosto, esas estrellas fugaces que se fagocitan a sí mismas en el escaparate azul del cielo. La vida se acaba, señores, hasta para el sol que no acaba de girar, porque cuando duerme o muere en un hemisferio, se despierta y resucita en otro distinto pero igual. ¡Qué resurrección más vistosa! ¿Y a nosotros nos ocurrirá algo semejante? Necesito saber que sí. ¿Con los mismos cuerpos y almas que tuviéramos en la tierra? Ojalá, lo dudo, grave cuestión que ni Platón dilucidó del todo. ¿Y no serán nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos los que nos sucedan con la carne y la mente que les dimos y formateamos a nuestra imagen y semejanza? Aseguro que sí. Las rosas fenecen en una jornada de esplendor uterino (Rojas), pero más rosas se esparcen en las ramas después de la caída de sus madres en los jardines. No serán las mismas, pero sí lo mismo, un ejemplo de amor hasta la muerte. Si llaman a levantarse, a mí que no me despierten.



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