(Con motivo del XXXV Congreso Nacional de la FEPET por Fuentidueña, Sacramenia, Cuéllar, Castilnovo, Palazuelos y Ayllón.
Por Apuleyo Soto, nuevo juglar de Castilla)
En Fuentidueña, la dueña
de mi infancia nadadora
por la corriente del río
que murmura y ríe y llora.
En Fuentidueña, la madre
de las aguas caudalosas
que duran, duran y duran
en permanente zozobra
más allá de Peñafiel
donde el Duratón se enfonda
en el Duero, padre nuestro
del vino en bodega y bota…
En Fuentidueña, colegas
de la pluma y de la boca,
que vais del arte a la vida
y de la vida a sus cosas,
del paisaje al paisanaje,
de la comida a la copa,
de la cámara al portátil,
y del móvil a la nokia…
En Fuentidueña… se inicia
la romanceada copla
con la que quiero obsequiaros
en esta noche de ronda
que Mayo estrella en el cielo
antes de encender la aurora.
En ella vísteis fundidos
entre el clavel y la rosa,
entre la cal y la hiedra,
entre el humus y la roca,
las murallas desdentadas
por el desdén de la historia
y el castillo que fue sede
de Su Majestad Graciosa
Alfonso VIII , adalid
de las Navas de Tolosa,
que en él descansó después
de hundir la soberbia mora,
y hoy yace desmoronado
sobre tumbas visigóticas
al olor del jaramago
y al color de la amapola.
Así Fortuna es cambiante
en la rueda de las horas,
así es polvo lo que fue
cristiana y sangrienta tropa,
así se deshace todo
como el fulgor de las rosas.
Allí con unción tentásteis
la cicatriz dolorosa
que aún muestran en su vacío
las iglesias rezadoras
trasplantadas a New York
por cuatro perrillas gordas
de un magnate de la prensa
que se las echó a la borda
para su culto placer,
no para el culto de Roma.
Allí, encantados y atléticos,
con alazanas señoras,
subísteis a la plazuela
porticada que se asoma
por los ojos de dos arcos
a la vega neblinosa
en la que los chopos blancos
se tornan liras y trompas
cuando el viento les conmueve
y se enrolla con sus hojas;
allí, donde se levanta
una antañona casona,
centro de la Villa y Tierra
de veintiún pueblos, que ahora
sigue funcionado a tope
con solidez de amazona,
resistiéndose al asalto
de la yerba trepadora.
Enfrente, el Pico San Blas
-águilas, cuervos, palomas-
y las grutas ahuecadas
por el agua gota a gota.
Más allá Burgomillodo
entre lindes carrascosas
y el pantano de Las Vencías
sostenedor de canoas
y cangrejos petirrojos
y truchas resbaladoras
que se disputan la suerte
de la sartén y la olla…
Dejadme que en la patena
sagrada de la memoria
reseñe otros datos y hechos
de esta Villa prodigiosa
que hace comedor lechal
de una capilla con bóveda
en el Palacio Montijo
de renaciente reforma;
que mantiene el Chiringuito
de Rufino y su asadora
junto a un puente, obra romana,
que en la corriente se moja;
que calma todas las ansias,
todos los sueños convoca.
Después si queréis bailamos
por paloteos de jotas.
¡Ay, si esta puebla tuviera
como lo tuvieron otras
ciudades de patrimonio
por sus esencias remotas
un cantor Rodrigo Caro
que hizo a Itálica famosa,
cuánto turista albergara,
cuánto cambiaran las tornas,
pues suyos son los collados
de la soledad sonora
en los que late el sentir
de la más azul Segovia,
custodia sacramental
de la nación española…!
Si se os cae una lágrima
borradla como se borra
una mancha en la camisa
o un óxido en la manopla.
Y de Fuentidueña en cuesta,
a Sacramenia, la joya
del lechazo sobre ascuas
de mostelas mostoañosas,
cuyas románicas huellas
exhiben pareja historia
entre nevados corderos
que triscan, balan y colman
las mesas y los manteles
que hacen honor a la andorga.
Un paseo por sus calles,
una siesta por sus frondas,
un rezo por sus ermitas
y una subida a la cota
del coto de San Bernardo,
hoy en las manos del “Hola”.
Mirad bien el rosetón
de la abadía frailona.
Ahí se casó Julio Iglesias
y Cela asistió, no es broma,
pues repartió más propinas
que ninguno otro u otra,
como recuerda la gente
agradecida y bailonga
que esa noche se pasó
buscándose novio o novia.
Sacramenia representa
a la furia expoliadora
que se llevó por delante
capiteles y arquivoltas,
claustros, gárgolas, columnas,
pergaminos y redomas
en desamortización
tan nefasta como odiosa,
pero un tinto Zarraguilla,
que las gargantas entona,
os hizo olvidar la pena
y os empinó hasta la gloria.
Continuemos por Cuéllar,
la alburquerque matriosca
de la Casa de Trastámara
jodiendo y dándose ostias
de marqueses a duqueses,
de infantinas a reinonas,
de obispos a cardenales
y de músicos a zorras…
hasta que les echó el lazo
la Gran Isabel Católica,
esposa de don Fernando,
prima reina, prima domna,
ninguna más que ella al mando,
conquistó, monta y desmonta.
Cuéllar es primera en toros
y por tanto en cornucopias
con Juana la Beltraneja
como su principal copia,
pero es también la mudéjar
de la alarife mora
que se incrustó en sus ladrillos
renegando de Mahoma.
De San Francisco al Castillo
se extiende como una alfombra
con torres cuadriculadas
y campanas bronceadoras
que llaman al pueblo llano
repicando: “ora et labora”.
Ya estamos en Castilnovo,
palacio de la almanzora
caballería almozárabe
del califato de Córdoba,
que en racias violentísimas,
sorpresivas y captoras,
domeñó mil y una veces
a la cristiana corona
sostenida por Don Álvaro
de Luna en pomposa forma,
antes de que decayera
su cabeza ricachona
cortada por Juan II
tras muy borrascosas broncas…
“Si sin cabeza me quedo,
todo lo demás no importa”,
dijo al morir y murió
confeso como un patriota.
Dormid, hermanos, aquí.
Nada falta, nada sobra,
el río San Juan os mece
con sus ondas y sus sombras.
…Y ya a media tarde, Ayllón,
alta sierra, plana loma
bordeada de arquerías
y excesivamente pródiga
en escudos imperiales,
en villenas tristes glosas
en franciscanas ofrendas,
en tapices de hebra corta,
en plazas aportaladas
por maderas resinosas,
en museos obispales,
en espigadas tahonas,
en fraguas de hierro hirviente,
en balcones con baldosas,
en frontispicios de lis,
en estandartes y forjas,
en polícromos retablos,
y en necrópolis rocosas.
Éstas son tierras, amigos,
altivas, secretas y hondas,
son para verlas, comérselas,
y gozar a la bartola.
Tanto piden, tanto dan,
tanto lucen, tanto asombran…
Ponencias y más ponencias
sabias, profundas, jugosas.
El Congreso se acabó:
Perfecto en fondo y en forma.
Asturianos, valencianos,
catalanes de la bolsa,
cántabros, vascos, murcianos,
madrileños rompeolas,
castellanos y manchegos
de queso, de vino y tortas,
andaluces del aceite,
gallegos de costa a costa…:
Cuéllar, Sacramenia, Ayllón,
Fuentidueña Altisidora
y Palazuelos de Eresma
destilándose en la copa
de un whisky DYC amarillo
como el oro en mina undosa,
os dieron todo de sí
sin pediros nada a contra.
Amigos de tomo y tomo
¿qué les dais, por tanto, ahora
a estos pueblos abnegados
que en serviros a sí se honran?
A callaros y a escribir
hoja tras hoja y tras hoja,
brindando porque esta sea
la ocasión más venturosa
a quien la Diputación
de la ascética Segovia
le regaló su alma entera:
monumental, pedregosa,
robledal, encinariega,
chopera y viticultora.
Mariano de Palacín,
organizador pasota
de este viaje a la utopía,
¡arriba, arriba la copa!
Once florido de Mayo.
En piel se esgrafió esta Crónica.
Juglar, Apuleyo Soto,
que firma y se guarda copia.
Muchas gracias. Buenas noches:
Mis señores, mis señoras.
(Romance declamado a los postres de la Cena de clausura en el Castillo de Castilnovo, a 11 de mayo de 2013)
a.sotopa@hotmail.com
T: 91 847 02 25
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