El juez Castro, bondadoso él, acaba de liberar de
la cárcel al etarra Bolinaga, convicto, confeso y paciente de
un cáncer terminal, por un principio de humanidad que está sobre
todos los otros derechos. Así ha justificado su sentencia el compasivo
juez. Bien, vale, acatémosla. Pero no le demos mayor importancia ni le demos
las gracias al señor Castro ni al gobierno de turno, salvo que sean por la
compasión, ayuda y recuperación de las víctimas también, que creo que no,
por cómo se han manifestado éstas ante su dictamen salomónico, cruel por demás.
Éstas ya han iniciado una huelga de hambre, hambre de justicia real. ¿Dónde
está el límite de las peticiones y exigencias de unos y otras? No lo sé, no lo
acabo de entender, ni nadie lo entiende, y así pasan los días y los años negros
de desgracias sucesivas. Comprensión y generosidad, claro, cómo que no,
pero previo pago de la criminalidad, aunque sólo sea testimonial de no volver a
las andadas. Ya está demasiado mal el panorama, con Bildu a un lado ¿armado?
impenitente y otro lado pasivo y confuso enfrente.
Yo quisiera que la paz se impusiera en el País Vasco, pero así acaso no. Indulgencia para todos, si es que hay que rehacer la casa común, sí, de acuerdo, pero algo habrá que pagar antes o después, por unos y por otros. Unos con perdón doloroso y verdadero y otros con voluntad de no seguir delinquiendo, secuestrando y matando. ¿Estamos en esas? Pues entonces se acabó la cuestión vasca, que se acabe de verdad, y libertad para todos, con independencia o sin ella, que eso se habrá de cuestionar oficialmente, si es que llega el caso. No sé si me he expresado correctamente porque es tan correoso, laberíntico y obtuso el tema y el problema, que me temo que no. ¿Hasta cuándo, por Dios?
Yo quisiera que la paz se impusiera en el País Vasco, pero así acaso no. Indulgencia para todos, si es que hay que rehacer la casa común, sí, de acuerdo, pero algo habrá que pagar antes o después, por unos y por otros. Unos con perdón doloroso y verdadero y otros con voluntad de no seguir delinquiendo, secuestrando y matando. ¿Estamos en esas? Pues entonces se acabó la cuestión vasca, que se acabe de verdad, y libertad para todos, con independencia o sin ella, que eso se habrá de cuestionar oficialmente, si es que llega el caso. No sé si me he expresado correctamente porque es tan correoso, laberíntico y obtuso el tema y el problema, que me temo que no. ¿Hasta cuándo, por Dios?
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