Me alegra muy mucho que el Museo Esteban Vicente, que andaba a la deriva
y derribo de actividades, recobre su larga singladura cultural en Segovia con
el apoyo desinteresado de las empresas Abertis Autopistas y Ambientair. Un
ejemplo.
Por encima de mis diferencias razonadas sobre su dirigencia, que no creo la
mejor ni la más proyectiva y activa posible, debo reconocer que es un hito
moderno en la ciudad presbiteral y monástica de antiguo, de al menos desde el
acueducto romano bien armado. Ojalá salga definitivamente de su encierro
nepotista y dé opciones a aperturas menos clasistas y singulares. Esteban
Vicente, el pintor tureganense exiliado y devuelto, debe hacerse popular de verdad,
para contemplación del vulgo, aunque no le entienda. Que el arte no consiste en
comprender, sino en sentir y emocionar, afuera críticos indescifrables y
exquisitos, sean Bonets u otros de su cuerda única, que tan poco vibran.
E insisto en mi idea primera: la cultura no debe ser solo subvencionada, -mal y
estéril empeño de la izquierdona tocina y empecinada- sino también pagada por
los ciudadanos. Que es que cuesta la entrada lo mismo que un café con churros,
caramba. Vosotros, que decís amar la cultura, ¿la denigráis así? Basta ya. Que
nadie, sino es chico de mente, se chupa el dedo.
La vida que le dan al Museo es corta, un último cuatrimestre del año en curso.
Así no vamos a ninguna parte. Estamos donde estábamos: pobres y
menesterosos. Luego se seguirán dilapidando euros en piedras viejas y
cemento armado. Ampliación, ampliación, gritan algunos insensatos, pero ¿para
qué?¡Qué cara, con lo que está cayendo, por debajo de la propia
subsistencia, la economía!
¡Aúpa, Esteban Vicente, y que te llene la gente!
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