De pequeña yo quería,
y lo intentaba, ir más allá;
adónde fuera aún no sabía,
quizás al cielo, al mar quizás,
o a una montaña en que la nieve
se deshiciera sin parar
en agua viva, alegre, leve,
de seda hilada y de cristal.
Tan poca cosa como era,
partir de prisa era mi afán,
a cualquier sitio en que obtuviera
una alfombra para volar.
Como Aladino, como Peter
con Campanilla en un pis pas,
o como Alicia, púber leader
tras el conejo del azar.
Me llevaría en bandolera
lápiz y boli en el cabás
que a los diez años recibiera
del corazón de mi papá.
Y un sacapuntas acerado,
y una goma de nata albal
que convirtiera lo borrado
en montes de migas de pan.
Y una linterna alumbradora
de la inquietante soledad
en la noche murmuradora…,
y un libro en blanco en que pintar.
Con las canciones de la radio
nunca cesaba de soñar,
eran sus ondas astrolabios
hacia el país “Nunca Jamás”.
Salté a la comba, hice ballet,
reí y lloré por no ocultar
la timidez campo a través,
y conseguí por fin triunfar.
Hoy que cumplo 35 años
como una madre de verdad,
dejando atrás los desengaños
de un primerizo amor fatal,
canto a la vida, bello espejo
de aquella niña, sin pensar
que sin querer soy el reflejo
de otras niñas en todo igual.
¡Soñar, partir, volar, correr,
siempre aspirar a un más allá,
aunque se tenga que volver
para formar un nuevo hogar!
(A Iria Soto Tejedor, 17 de julio de 2012)
a.sotopa@hotmail.com
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