jueves, 5 de julio de 2012

Cunqueiro y Ridruejo, en mi memoria afectiva

Les debía a ambos geniales escritores un homenaje, y aquí va. Pocas veces en mi vida me sentí tan gratificado entrevistando a personajes de su talla. Todavía estoy viendo la habitación de Dionisio Ridruejo tal como se me apareció a media luz  la tarde madrileña que me recibió en su casa de la calle Ibiza, muy cercana a la de Enrique Tierno Galván, otro maestro de rectitud e integridad.

Entonces, en realidad, estaba hasta prohibido visitarle a Ridruejo por algunos periódicos de la derecha irredenta. A Álvaro Cunqueiro le saboreé en la charla, con la delicia que él saboreaba todos los productos de la tierra, el aire y el mar. Fue más que gallego, trascendió los cruceiros de su patria chica. ¡Qué hombres los dos! ¡Ahí quedan!

Ahora, la Fundación Banco Santander, en unas ediciones antológicas de sus mejores páginas, con sus estudios y análisis consiguientes y a buen precio, les recupera para las nuevas generaciones. No dejen de adquirir a estos ejemplares testigos de su tiempo y país, para aprender de dónde venimos y adónde vamos, y así trazar nuestro camino, tan difuminado en el porvenir que nos espera, desgraciadamente a la baja.

No soy nostálgico, pero cómo de bien se escribía antes, con qué tersura y naturalidad, con qué amor al idioma fecundante. Fueron ellos, entre otros, como Julio Camba o Eugenio D´Ors, o Pla o Cela, mis modelos más cercanos de publicación volandera, porque juntaban la creación, la erudición y la divulgación en la prensa , y yo, como periodista insatisfecho, les admiraba. Tengo en mis estantes casi todas sus obras, y no quiero perderme ninguna, porque siguen enseñándome. No mueren las palabras más que en el diccionario, que se renueva constantemente, como el árbol florecido del pueblo, que es lo que es.

A Dionisio Ridruejo le debemos en Segovia, en prosa, la historia sosegada y luminosa de Castilla y León, y le debemos en poesía, aparte de sus "Cuadernos de Rusia" y otros sonetos inmemoriales perfectamente tallados, sus famosísimos Encuentros Literarios, donde se dio cita con él toda la mejor creación lírica de aquel tiempo imperial, y perdónenme los lectores actuales la exaltación excitativa con que lo cuento, soy hiperbólico, lo reconozco.


a.sotopa@hotmail.com

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