lunes, 4 de junio de 2012

Pequeña historia de dos abuelos en un bar

¡Qué sorpresas te da la vida! Estás tan tranquilo en el bar tomándote un café y repasando la prensa, cuando entran un par de abuelos. Unos abuelos raros, distintos, dicharacheros, maravillosos. Se han escapado de la Residencia, pero dicen que vienen con el permiso de las monjas que les atienden y custodian. Será verdad.
 
Uno, el más "travieso", jugador de billar, abandonó su Jaén natal en la juventud, abducido por "un tío de América" que le puso casa y jardín en Québec (Canadá); de allí pasó a Venezuela y México. Hace unos años ha vuelto a España, dice que "para morir tranquilo, allí no se puede vivir, te atracan en plena calle; quiero morir en mi cama".
 
-Pero no tenga usted prisa, hombre, le digo, y le templo en su alboroto.
 
-No, si prisa no tengo, cuando Dios quiera.
 
Y calla un rato, pensando y pensando.
 
-¿Le molesto?, suelta tímidamente al poco, al verme enfrascado en el periódico.
 
-No, para nada, le respondo. Mi noticia verdadera es usted hoy.
 
-¿Periodista?
 
-Claro.
 
-Con lo mal que va el mundo, no le van a faltar informaciones. Esto no hay quien lo pare: Manifestaciones, griterío general, recortes...¿A usted qué parece?
 
El otro abuelo es un muy famoso escultor, que responde al nombre de Diego Garrido, y ha perdido casi del todo la memoria, pero su obra se halla expuesta en internet, a la vista del mundo global. Calla y asiente, con una media sonrisa de lado, como queriendo manifestar: ¡Qué listo es mi compañero!
 
De pronto abandonan el bar tambaleándose, presurosos y avergonzados.
 
Dice el primero: "Corre, vamos, que las monjas nos van a echar de menos".

1 comentario:

  1. Vaya par de "pillos". Habría que pararse más todas esas historias.

    Un saludo

    M.A.

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