lunes, 21 de mayo de 2012

La olla podrida canaria de las siete carnes y las siete verduras

Ignoro si alguna vez en su vida, real o de cuento, Lúculo, Baltasar, Gargantúa, Pantagruel y Camacho comieron como ha comido este cronista recientemente en Las Palmas de Gran Canaria, donde se celebraba el XXXIII Congreso de FEPET (Federación de Escritores y Periodistas de Turismo), presidido por Mariano Palacín. Tema: “La gastronomía como agente dinamizador de los viajes”.

Vive Dios, que la olla podrida de las siete carnes y las siete verduras y hortalizas no tenía desperdicio ni grasa alguna. Servida por separado en grandes cuencos de barro que llenaban el centro de la mesa, ya llamaba la atención, pero al meterla el diente mucho más. Uno no se cansaba de paladear los distintos sabores, del chorizo al garbanzo, del tocino al boniato, del pollo a la calabaza, de la costilla de cerdo a las judías verdes, del alita de ave y la carne de ternera a las mazorcas de maíz, la cebolla, el tomate, el calabacín, las papas y las zanahorias, perfectamente sancochadas, entre el laurel, el ajo y el azafrán.

¡Menudo puchero canario, regado con cerveza y vino de las Islas, sin que faltara a los postres el enmielado gofio y un licor de malvasía herreña! ¡Ocasión tan alta y reparadora de fuerzas no la vieron los siglos pasados ni la verán los venideros, como la crisis siga en sus trece, que parece que ha venido para quedarse! Y marco incomparable del yantar fue el hotel Santa Catalina, en el corazón del Parque de Doramas, donde los dragos hacen la competencia a las araucarias y las laurisilvas. El tiempo tibio, como siempre en las Afortunadas, otra gozada para el cuerpo. ¿Por qué no cogen el avión y vuelan a este paraíso terrenal, que cada día acrecienta su millonario número de turistas?

Por la tarde dimos un paseo al cocido entre las casetas de la Feria del Libro y allí me abastecí de varios tomos de recetas culinarias, recogidas por mi amigo Mario Hernández Bueno, Presidente de la Asociación de la Prensa Canaria y reconocido gastrónomo. No sólo de puchero vive el hombre, sino de letras de molde también.

Al día siguiente continuó la fiesta del Congreso en El Padrino, un restaurante-marisquería situado al final de la Isleta, con vistas al mar y a los volcanes. Guardo el menú: papas arrugadas con mojo colorado a mano, queso tierno de cabra de la casa, chicharrones de morena/murión, lapas de El Confital sudadas con mojo cilantro, gofio escaldado con sus cabrillas de cebollas de Galdar, caballa de Arguinerín escabechada, ropavieja de pulpo y tacita de caldo de pescado de roca, más cherne en tacos a la andaluza simplemente al horno. ¿No se les hace la boca agua? Pues allí sobra, para después de almorzar tenderse en la arena. ¡Que vayan, vamos!
 

a.sotopa@hotmail.com

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