viernes, 18 de mayo de 2012

La caballada y tractorada de Guadalix de la Sierra


Bella estampa la de la caballada y tractorada de Guadalix de la Sierra, el pueblo de origen segoviano que protagonizó en los años  cincuenta del pasado siglo la película Bienvenido Míster Marshall, de Luis García Berlanga.

Parecía que de verdad habían llegado los americanos. Pero lo que se celebraba era la santidad de Isidro, el labrador madrileño portado en andas. Nunca un vago que dejaba que araran los ángeles sus tierras, había recibido mayor gloria. La devoción se desbordaba en los rostros de los fieles.

Iban primero los equinos enjaezados a la manera andaluza, luego las máquinas de chirriantes hierros, después unas cuantas parejas de mansísimos bueyes tirando del carro romano. Y encima de todo ese aparataje laboral, hombres, mujeres y niños sacando de las alforjas puñados de trigo, cebada y avena, mezclados con caramelos, para que los curiosos los pisotearan en la acera o se los llevaran a la boca, riendo a mandíbula batiente. Cerraba el cortejo la banda municipal, bate que bate, toca que toca, sopla que sopla, a bombo y platillo, flauta y tamboril.

Tras el paso de la procesión se fue esfumando la algarabía de salves y letanías, y entonces los mozos con las mozas, los padres con los chicos y los abuelos con las abuelas hicieron corrillos de chanza y comilona al aire libre, entre ríos de cerveza y vino.

Mayo en los pueblos es así, se bendice la cosecha, se disfraza de flores, llena el aire de música. Y otro año más que lo veamos.

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