Pues Pastora se quedó conmigo
con su voz de cantiga de amigo
sublimada en el pecho al abrigo
de Bakú, punto vivo y testigo
de que el mundo es un grano de trigo
cuya harina se dora en bodigo
de la paz-comunión que bendigo,
sobreexalto, proclamo e irrigo,
ésta décima rara le ligo
sin mirarme, ay Dios mío, el ombligo.
(Y sin hacer mención a Iñigo)
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