miércoles, 2 de mayo de 2012

Cantanta del 2 de mayo en paz, igualdad y libertad


Narra Ramón de Mesonero Romanos, natural, vecino y cronista de Madrid, en el tomo VII de sus Memorias de un Setentón  (libro que en estas vísperas del 2 de Mayo releo con pasión) narra, repito, el alzamiento del pueblo español contra el invasor francés, y lo pinta tan detalladamente y con tal pundonor, que uno no puede apartar la vista de la pantalla del ordenador. 


¡Qué lúcida inteligencia, qué ojo crítico, qué vigorosa pluma! Sus frases restallan como látigos, su indignación se traspasa a nuestra mente y a nuestro corazón. Ya no hay escritores así, realistas y románticos a la vez.


Todos sabemos la historia, pero conviene recordarla, máxime ahora que el país atraviesa por un túnel de difícil salida, en el que la crisis económica nos ahoga y la Monarquía pierde credibilidad, siendo que ha sido ésta la época democrática más larga y bonancible. ¡Tentaciones de desaliento, fuera!


En aquellos días nefastos hubo cobardes, pero héroes también, y gracias a esos héroes, entre los que se encontraban bastantes segovianos, España logró desembarazarse de gabachos, mamelucos y franchutes, que fueron tomando poco a poco las de Villadiego o las del Pirineo, humillados por los antes ofendidos, con el rey Pepe Botella rabo entre piernas.


No es tiempo de enfrentarse a nadie –y menos a Francia- sino a nosotros mismos con dignidad, para arrostrar las dificultades que tenemos encima, todos juntos. Quizá la indómita división política es el peor de nuestros viejos males.


Por si sirven de consuelo y ánimo a mis lectores, traigo a colación los versos de Manuel José Quintana sobre aquellas aciagas calendas:


“¿Qué era, decidme, la nación que un día
reina del mundo proclamó el destino,
la que a todas las zonas extendía
su cetro de oro y su blasón divino?
¿Qué en tanto tiempo viste
por tus inmensos términos, oh Iberia?
¿Qué viste ya, sino funesto luto,
honda tristeza, sin igual miseria?
…………………………………………………
Estremecióse España
del indigno rumor que cerca oía,
y al gran impulso de su justa saña
rompió el volcán que en su interior hervía.
¡Oh triunfo! ¡Oh gloria! ¡Oh celestial momento!
¿Con qué puede ya dar el labio mío
el nombre augusto de la patria al viento?
Yo le daré, ya soy mayor:
¡Salud, oh padres de la patria mía!
La heroica España levanta la cabeza
y vencedora de su mal destino
vuelve a dar a la tierra
su cetro de oro y su blasón divino”.

Pues que así sea.


apuleyosotopajares@gmail.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario