miércoles, 25 de abril de 2012

Ricos y famosos, en La Granja segoviana


Dios los cría y ellos se juntan. ¿Qué tendrá el pueblo ildefonsino de La Granja para atraer a ricos, famosos, militares, políticos, periodistas, escritores e intelectuales?


Pues tiene una historia y un entorno reales por su magnificencia. Vivir en ella es un lujo de tranquilidad, agua y aire puros, que se resbalan por las laderas del Guadarrama.


No, no están sus tierras al alcance de cualquier bolsillo. El metro cuadrado varía entre los mil trescientos y los cinco mil €. Casas señoriales rehabilitadas o casoplones, palacetes, mansiones y chalets de moderna factura se esparcen por el centro histórico y por las rampantes y arboladas urbanizaciones, verdaderos cotos cerrados para la intimidad de sus habitantes. El dinero, señores, a veces es muy silencioso. Hablan las piedras, pero no suenan las faltriqueras porque están atiborradas de tarjetas de crédito.


Que ahí sí. Ahí, en los campos de golf, polo e hípica salen a relucir y brillan en los equipos de esquí sobre la nieve, como brillan en el papel cuché los nombres de Rodrigo Rato, Cándido Méndez, Carmen Franco, María Teresa Fernández de la Vega, Nicolás Sartorius, el Marqués de Selvalegre, el presidente de Iberia y directivos del Real Madrid, residentes ocasionales forrados, de cuero, digo, de plata y oro.


Los primeros habitantes de La Granja de San Ildefonso fueron los monjes, claro, que no se perdían las maravillas de la naturaleza para, desde ella, alzar sus oraciones al Altísimo. (Y no me refiero al Pico de Peñalara ni a La Mujer Muerta, no). Después llegaron los Reyes cinegéticos, y detrás de los Reyes, todos los demás, los que obtuvieron el Don a través del Din: “Poderoso caballero es Don Dinero”…, versificó Quevedo.


Pues yo me alegro de que gente de buen vivir ponga sus posaderas por esos bosques, esos ríos, esos chorros y esas fuentes “bezoyas”. Alguna migaja le caerá al pueblo llano, sobre todo en los restaurantes de judiones, cochinillo y cordero.




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