viernes, 2 de marzo de 2012

Ramón Gómez de la Serna sigue mirando por los ojos del Acueducto


El soberbio escritor Ramón Gómez de la Serna, que un verano caliente, juvenil y estudioso se aposentó junto al Mesón Cándido para contemplar Segovia, me sigue sorprendiendo cada vez que le releo. No es solo el creador de las “greguerías”, pequeñas perlas literarias encerradas en las bivalvas conchas de una frase sutil, sino que todo él –todos sus libros- son una greguería andante, gigante, flotante, rodante, rumorosa…, llena de sugerencias. Nació para escribir y para hacer plumíferos que le imitaran sin superarle, y no habría más que hablar, si el infatigable y curioso cronista de hecho de la ciudad altolozana, Pablo Martin Cantalejo, no nos lo hubiera puesto en bandeja de artículo adelantado una vez más.


Tengo ante mí “Elucidario de Madrid”, bellísimo tratado del alma de la capital de España, pero antes elucidó Segovia en “Los secretos del acueducto”, que con la luz de su inteligencia dejaron de ser secretos para mostrarse a los residentes y viajeros con la transparencia de un cristal de La Granja. ¿Por qué esa “guía espiritual” de las esencias catedralicias, monesteriales  y alcazareñas no se reedita y distribuye a placer en las oficinas de Turismo? Que me respondan José Carlos Monsalve y Claudia de Santos la judía (perdón, lo digo por sus trabajos y desvelos en la Judería revitalizada). Sería una manera útil y copiosa para que el periodista Cantalejo, que no para de dar el cante, dejara de lamentarse jeremíamente, y ahorraríamos papel. Papel en balde hasta ahora.


Nadie es profeta en su tierra, somos desdeñados como en los tiempos del Cristo, aunque saquemos a hombros por las calles pasionarias el Cristo de Marinas, después de muertos los dos. ¡A buenas horas capirotes desfiladores en su honor…manchado!


Vuelvo a Ramón, no al de las “barbas de chivo” expiatorio, otro que tal, si no al de la memoria histórica-histérica segoviana (va por ti, Peña-losa) caído en el olvido, y no una ni dos ni tres sino más veces, todas. ¿Será ésta la última? ¡Ojalá! ¡Ojo a Alá!, que dijo el ciego.


Este es mi secreto a voces: Publicar, por favor, a Ramón Gómez de la Serna. Su literatura inmortal nos está mirando a través de los ojos del acueducto. Y luego que se caguen las palomas y las chovas por no poder contenerse, como yo tampoco. Lo siento. No quería posar tan alto, pero me he desahogado y me habéis entendido ¿verdad?


apuleyosotopajares@hotmail.com



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