jueves, 23 de febrero de 2012

Urdangarineando, pero ¿Hasta cuándo?


Estamos hasta las narices de Urdangarín, porque nos huele mal lo que ha hecho, metiendo los tentadores dedos en la caja de Noos, y ahora parece que lo va a pagar y con costes del Juzgado. Muy bien, que se le ponga al señorito en su sitio, como a cualquier otro ciudadano, aunque porte en su cuerpo alto y serrano sangre azul real adosada o impostada con la de la infanta Cristina de Borbón. Libertades, todas; abusos, ninguno; iguales ante la ley.


¿Pero hasta cuándo las páginas de los periódicos y las togas y puñetas de los jueces y el paisanaje corrupto de la sociedad española contemporánea va a salir desfilando entre gritos de indignación y se va a manchar de negro sobre blanco la presunción de inocencia? Ya está bien, hombre. ¿No tenemos otras cosas que hacer y perseguir y conseguir? No le culpo al realengo chulo, pero tampoco le disculpo hasta que la justicia –ciega, por demás- le absuelva libre de polvos y pajas que están bamboleando en el pensamiento de las gentes puras y sencillas. Su balanza equitativa, la de la Justicia, digo, no suele inclinarse por donde uno o más presumen, valga el caso del Garzón de ida sin vuelta, tan contestado. Pero que se incline de una vez, por favor, que estamos fritos como pajaritos parleros e indefensos.


¿Y no habrá, también, abogados carroñeros de una y otra parte, de los que acusan y de los que defienden a la víctima? ¿No estarán engordando sus beneficios a costa de los imputados? Mucho me temo que sí. A río de opinión revuelto, ganancia de pescadores usureros, como los del tesoro del Odyssey. (Entre paréntesis, que una partecica devuelta recale en la Ceca segoviana, carajo, ¿me oye, ministro Wert?)


Quiero un país que deje de mirar hacia atrás con ira, para que camine con amor, trabajo y solidaridad hacia delante o, simplemente, hacia ahora mismo, que tenemos que hacer esfuerzos para mantenernos como estamos en un estado de bienestar. Si lo machacamos con huelgas de brazos caídos, con paros galopantes y con insidias y desconfianzas de unos contra otros, no vamos a ninguna parte buena. Parálisis se llama la figura de la enfermedad, señores lectores.


apuleyosotopajares@hotmail.com

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