viernes, 10 de febrero de 2012

El Acueducto... de Zacatecas


No es nada parecido al de Segovia, granítico, rotundo y sillar, pero allí está, atravesando la ciudad de Zacatecas, en México, como un dromedario disecado y sin agua que llevar a nadie ya.


Lo levantó el capricho de una ricachona para regar sus campos hortícolas en el siglo XIX, y aún permanece  enhiesto, en ladrillo vivo y crujiente, como una estampa turística y poco más. Bonito de ver, eso sí; no dejen de hacerlo: el arte es el arte y no la hidrografía.


Observándolo desde el Cerro de la Bufa, adonde nos asciende a los periodistas de la FEPET un teleférico espectacular, el pensamiento retrocede a nuestros orígenes romanos, de los que Dominica Contreras sabe todo lo suyo.


Otro esqueleto hermoso de Zacatecas  es su plaza de toros, en la que ya no se dan corridas, pero el coso se abre a otras circunstancias, como las de almorzar igual que un rey. 


A Zacatecas volveré, porque de Zacatecas vengo, una tierra que parece segoviana por su sobriedad ascética, su raigambre colonial perdurable, su folclore callejero musical  del borrico del mezcal, y un barroco churrigueresco que no se puede aguantar de tanto oro como rezuma. Y plata, que allí siguen, para gozo de los turistas, sus minas del Edén, transformadas en cenador y discoteca subterránea. Vayan. Vean. Coman. Bailen. Y luego, plántense ante el emperador de los acueductos, el propio, el verdadero, el incomparable y nuestro. Dos mil años le contemplan con respeto.


apuleyosotopajares@hotmail.com

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